Entre el 2 y el 14 de mayo de 2019 tuvieron lugar en la población de Castelo de Vide los primeros Early Medieval Countryside Archaeological Meetings (EMCAM), cuyos resultados dieron lugar a la monografía aquí reseñada¹. Este encuentro fue planeado para formar parte de un extenso programa de reuniones científicas enfocadas en la alta Edad Media, especialmente en Portugal, pero desde una perspectiva global, buscando estudios comparativos con otros territorios. Así los encuentros sobre mundo rural serían complementados con sendos simposios dedicados a los contextos funerarios y a las ciudades, respectivamente.

El principal objetivo de los EMCAM es la reflexión, el debate y el análisis crítico del mundo rural, en consonancia con el nuevo enfoque que se está produciendo en los estudios medievales en los últimos años, buscando el protagonismo de los espacios y lugares de producción campesina, que en este volumen se funden con trabajos de corte más clásico. El resultado de ello es una simbiosis provechosa, en la que se puede observar cómo unos estudios complementan a otros y cómo muchos de los resultados son muy parejos, aunque con algunas disparidades.

La estructura del libro se divide en cuatro bloques temáticos; el primero de ellos dedicado a cuestiones teóricas y metodológicas, seguido por estudios de arqueología del paisaje en distintos territorios, trabajos sobre la transformación de los espacios y, por último, el apartado más técnico, dedicado a los análisis de la cultura material.

La primera parte arranca con A. Vigil-Escalera, quien, siguiendo con su línea de trabajo habitual, asienta un marco metodológico y reflexivo sobre el poblamiento rural altomedieval, así como del periodo de transición que le antecede. Incide en la variedad de tipologías en los asentamientos, su caracterización y las dificultades para su identificación, a partir de casos estudiados en el centro peninsular². En la misma línea continúa el trabajo de P. López Gómez, S. Rodríguez Pérez y M. Fernández Mier. En él inciden los autores en el papel de la arqueología agraria para la resolución de algunas de estas problemáticas, especialmente las enfocadas en las comunidades campesinas que perduran hasta la actualidad, a través de investigaciones en varias aldeas de la montaña asturiana³. Este bloque temático finaliza con J. A. Quirós Castillo, quien aborda también los interrogantes anteriormente expuestos utilizando como hilo conductor sendas intervenciones arqueológicas en el País Vasco, concretamente en Aizarna (Guipúzcoa) y Azazeta (Álava). Las secuencias de ambas demuestran la larga ocupación del espacio, en el primer caso desde época romana y en el segundo desde alta Edad Media hasta la actualidad. En cuanto a los resultados, el autor destaca la importancia de los espacios de cultivo con respecto a las zonas de hábitat⁴.

A modo de valoración, si bien este primer grupo temático supone un buen marco teórico y metodológico sobre el que asentar los trabajos de campo, en ocasiones deriva hacia ideas y propuestas de actuación abstractas y difíciles de poner en práctica.

Comienza la segunda parte de la obra, enfocada en estudios de caso de diversas áreas peninsulares, T. Cordero Ruíz, utilizando la antigua ciudad romana de Egitania y su territorio como ejemplo de los cambios que se producen en la zona de la Lusitania. Entre ellos se incluyen su nuevo rango de sede episcopal durante el reino suevo, su situación con respecto a las nuevas fronteras y la intensa actividad de su ceca. Asimismo, y en cuanto a su entorno, el autor incide en los cambios del paisaje rural, que pasa de un hábitat disperso a uno aglutinado en torno a los sitios fortificados, evidencia del nuevo poder de las élites locales⁵.

El siguiente trabajo lo realizan F. Colmenarejo García, R. Gómez Osuna, E. García Aragón y A. Pozuelo Ruano, y está enfocado en la Cuenca Alta del río Manzanares (Madrid). En él presentan el estudio de un importante número de yacimientos, a través de los cuales pueden concluir que el paisaje rural tardoantiguo y altomedieval de la zona se caracteriza por su diversidad, tanto en cuanto a su tamaño, como en cuanto a su dedicación productiva, alejándose de las tesis tradicionales que asocian dichas aldeas exclusivamente con la producción agropecuaria. Asimismo, destacan la profunda conexión entre núcleos poblacionales ejemplificada por numerosos trazados de caminos de tipología diversa⁶.

Avanza la obra con el completo estudio de S. Prata y F. Cuesta-Gómez sobre la red de poblamiento y espacios funerarios en el territorio de Castelo de Vide, en el centro-este de Portugal, así como los sistemas productivos durante la alta Edad Media. Al igual que los anteriores autores, rompen con la idea clásica de la decadencia de la producción especializada romana, demostrando que ciertos productos, como el vino y el aceite de oliva, continúan siendo procesados a gran escala, aunque con distintas pautas de gestión, previsiblemente destinados al comercio supralocal o al pago de impuestos. Para ello se basan en los resultados de seis intervenciones arqueológicas. Asimismo, exponen un posible nuevo cambio en las dinámicas poblacionales con la llegada del poder político musulmán⁷.

El capítulo de Y. Peña Cervantes dedicado a las estructuras agrarias de transformación y producción de vino y aceite es un detallado y meticuloso trabajo de revisión y sistematización. Así, aborda las estructuras productivas de los asentamientos campesinos, concretamente las prensas, los molinos de aceite y los lagares, destinadas a la producción de vino y aceite. Pone la autora el acento en la complejidad para localizar las estructuras de elaboración de estos productos en la tardoantigüedad y alta Edad Media, debido a la utilización de herramientas sencillas, construidas en materiales perecederos, y a la continuación en el uso de los espacios industriales de este tipo en varias villae romanas entre los siglos V y VIII. Destaca, asimismo, el papel de la Iglesia en la promoción y construcción de dichos espacios, así como en el control de su explotación y comercialización⁸.

Por último, esta segunda parte finaliza con los estudios más técnicos; el primero de ellos, realizado por C. Tente, L. Seabra y J. P. Tereso, se centra en el análisis de los restos carpológicos y antracológicos de varios asentamientos de la Beira, en el centro de Portugal durante el s. X. Lo más destacable de este trabajo es la presentación de una depurada metodología para la recogida y análisis de muestras, así como los resultados del estudio. A través de ello han podido analizar la producción agraria, en la que destaca la siembra de cereales como la avena, el centeno o el mijo, seguidos de la cebada y el trigo, a los que se unen las legumbres, los frutos cultivados y silvestres y el lino, mostrando una complejidad en la producción y la conservación de los productos mucho mayor de lo conocido anteriormente⁹. Por su parte S. Tereso presenta un avance de las investigaciones paleobiológicas en curso, incluyendo análisis de isótopos y genéticos, sobre los restos esqueléticos de cinco necrópolis altomedievales en una zona de Trás-os-Montes, con el objetivo de profundizar en el conocimiento de las condiciones de vida de esas comunidades¹⁰.

Este segundo bloque destaca por el gran interés de varios de los trabajos que lo forman, echándose en falta únicamente que algunos de ellos se encontraran en una fase más avanzada y por tanto pudieran ofrecer resultados más sólidos.

La tercera parte se centra de manera más específica en varios casos de estudio; arranca con el de J. Sarabia-Bautista, donde se examina la evolución de la villa romana de Balazote (Albacete) y su entorno tras su abandono a finales del siglo V. Para ello se utilizaron únicamente métodos no invasivos como prospecciones geofísicas y teledetección (LiDAR, georradar…), complementados con las intervenciones arqueológicas realizadas sobre todo en los años 80 del s. XX. Las principales conclusiones del estudio resaltan los cambios en los modelos agrarios entre finales del siglo IV e inicios del VII, con la creación de pequeños asentamientos sustitutos de la villa, que probablemente seguía explotando los mismos campos, aunque la parte residencial hubiera sido abandonada. Esta comunidad perduraría, al menos, hasta el siglo X, testimoniada en el área de enterramientos progresivamente adaptados a las pautas religiosas musulmanas¹¹.

A. Carneiro estudia las transformaciones tardoantiguas en la opulenta villa de Horta da Torre, situada en el alto Alentejo. Sus principales áreas residenciales fueron despojadas de sus ornamentos en torno al siglo V y reutilizadas, al tiempo que la cultura material, como la cerámica, y las pautas de consumo, viraban hacia lo local. La principal conclusión es que las villas no acaban de forma abrupta, sino que su declive se produce escalonadamente y no simultáneamente en todas ellas. Destaca este trabajo por sus rotundos resultados y cuidada metodología, producto de numerosas intervenciones arqueológicas¹².

Continúa este tercer bloque con el artículo de F. Cuesta-Gómez, S. Prata, J. Magusto, M. Nunes y J. Rebelo sobre la necrópolis tardoantigua de Vale da Bexiga y la contextualización del territorio de Castelo Vide en la alta Edad Media. La interpretación que realizan del yacimiento es su identificación con un interesante conjunto de un espacio cultual y religioso entre los siglos V - VI, compuesto probablemente por una iglesia rural o un oratorio y un grupo de sepulturas¹³.

El siguiente trabajo estudia el yacimiento de “El Pueblito” (Salamanca) por parte de R. Rubio Díez, I. Martín Viso e I. Centeno Cea. Se trata de un asentamiento campesino de los siglos VII y VIII, donde se han recuperado parcialmente algunas viviendas y se han localizado tumbas excavadas en la roca. Relacionan su desaparición con nuevos patrones de poblamiento, realizando una comparación con el cercano yacimiento de la Genestosa¹⁴.

Finaliza esta parte de la obra con el artículo de A. García Porras y M. Alonso Valladares sobre el yacimiento andalusí de Agicampe I (Granada) y la intervención arqueológica acometida en él. La interpretación del yacimiento es que se trata de una estructura singular, de considerables dimensiones, posiblemente vinculada al aprovechamiento agrícola en los momentos de formación de al-Andalus. Proponen los autores la hipótesis de que se trata de un lugar de asentamiento de tropas sirias llegadas a al-Andalus entre los siglos VIII y IX. Pese a que se trata de un yacimiento sumamente interesante, se echan en falta más datos, producto del limitado tamaño del sondeo, que los propios autores reconocen¹⁵.

La cuarta, y última parte, comienza con el artículo de J. Bermejo Tirado, quien trata el consumo de alimentos a través de la cerámica romana de varios asentamientos rurales de Madrid. Sus principales conclusiones son la sencillez de los ajuares cerámicos en esos contextos rurales, así como su prolongada utilización y las escasas huellas de uso. No obstante, los resultados son poco consistentes, y probablemente ganarían interés si se contrastaran con otro tipo de pruebas, como el análisis de residuos¹⁶.

El segundo trabajo, de I. M. Centeno Cea, I. Martín Viso y R. Rubio Díez, trata sobre los materiales cerámicos altomedievales recuperados en el poblado de la Dehesa de Genestosa y su comparación con las de el Pueblito, ambos yacimientos expuestos en un capítulo anterior. Interpretan que se produjo una regionalización de las producciones, con una simplificación morfológica y menor calidad técnica. Asimismo, concluyen que a partir del siglo VI desaparecen las cerámicas foráneas o importadas¹⁷.

Continúa la obra con otro excelente artículo de Y. Peña Cervantes, E. Zarco Martínez y G. Romero Gustos que trata sobre la cerámica emiral recuperada en el arrabal de la Vega Baja (Toledo) y su relación con las estructuras agrícolas. Presentan un gran estudio tipológico, donde destaca la continuidad de formas de época visigoda a las que se suman otras nuevas como arcaduces y cuencos pintados propios del ámbito emiral, al tiempo que realizan precisas aproximaciones cronológicas, como en el caso de la noria de tiro recuperada, que se convierte en uno de los ejemplos más antiguos localizados en la Península Ibérica¹⁸.

A continuación, se presenta el completo trabajo de G. de Souza, J. L. Veloso y C. Tente sobre la cerámica islámica del yacimiento de Senhora do Barrocal (Viseu). Se trata de un poblado ocupado entre los siglos X y XI donde se recuperó numeroso material. Los autores destacan un grupo de vasijas de tradición islámica, que consideran bienes de prestigio, testimonio del funcionamiento de las redes comerciales y de la complejidad social de un espacio de frontera. Destaca el estudio por su minuciosa metodología en el análisis de los materiales¹⁹.

Concluye la obra con el artículo de G. Cardoso, L. Batalha, R. Gil y R. Santiago sobre el asentamiento de Vilares (Cascais) entre la Antigüedad tardía y la plena Edad Media. Se trata de una pequeña comunidad rural en la que han recuperado numerosos materiales cerámicos y elementos metálicos propios del utillaje agrícola. No obstante, posiblemente la cuestión más interesante sean los dos crucifijos, testimonio, según los autores, de que se trata de una aldea mozárabe²⁰.

En conjunto, esta obra centrada en la arqueología agraria evidencia no solo el auge que se lleva produciendo en los últimos años en este tipo de estudios, sino también la gran cantidad de información que se puede extraer de ellos, y que puede contribuir a conocer mejor un periodo tan complejo como la alta Edad Media y los procesos de transformación socioeconómica que sigue a la desestructuración del sistema imperial romano. No obstante, tal y como ocurre en todos los trabajos de autoría múltiple, las diferencias de enfoque y escala generan resultados desiguales. Pese a ello de todos se pueden extraer interesantes conclusiones. No resta más que desear la continuidad y consolidación de los encuentros EMCAM.